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06 abril 2011

Cronicas Tanzanas III: El volcán Kerimasi


    El Kerimasi desde Sima ya Mungu

Hay casos en los que te das cuenta de la verdadera utilidad de una frase hecha, sobre todo cuando quieres tratar de justificar algo. La principal es que te ahorras un montón de explicaciones. Luego los demás ya se encargaran de juzgar, pero para el que las pronuncia, el alivio de creerse comprendido al menos por el autor de una de estas frases es un consuelo que no tiene precio.

Todo el mundo sabe que significa; “Una retirada a tiempo es una victoria”, “No he enviado mis naves a luchar contra los elementos”, “Unas veces se gana y otras se pierde” y muchas otras más. Son frases que al final se han convertido en sentencias y por lo tanto uno no espera ninguna apelación.




El volcán Kerimasi se encuentra en la zona del Lago Natron, al norte de Tanzania, en una zona desértica y sagrada para los maasai, que cuentan que los innumerables cráteres esparcidos por la llanura son las huellas de su dios, (que habita en la cercana cima humeante del Ol Donyo Lengai), y que producía enormes agujeros al caminar cuando solía dar algún paseo por los alrededores.

Sombra de acacia muy concurrida
En Europa, cuando uno se plantea subir un monte, no hay más que coger el coche, un par de bocatas, y llegar hasta donde termina la carretera, que suele ser a media ladera (si no hay telecabina que suba más alto) y empezar a subir la pendiente. En Tanzania la aproximación empieza en la puerta de tu casa.

Para subir el Kerimasi desde Same primero hay que intentar subirse al autobús que va a Arusha, que nunca se sabe muy bien a que hora pasará, ni si te podrás montar. Si coges el que viene de la costa hay que fijarse si lleva un montón de peces grandes atados con una cuerda y colgados del limpiaparabrisas, balanceándose delante del radiador. Si los peces no están allí, es porque los llevan dentro, y entonces el olor te va a hacer el viaje un pelin incomodo. A veces el olor existe pero no te das cuenta porque tu principal preocupación es buscar un asiento libre avanzando por un pasillo de 30 cm de ancho, lleno de gente, de cocos, cajas de refrescos, maletas, gallinas, niños, etc. igual de apiñados que cuando los miles de ñues de los documentales de La 2, cruzan el río en busca de pastos por el Serengeti.

Los autobuses tanzanos son como los de la EMT, pero hacen trayectos entre ciudades lejanas. Para que os hagáis una idea es como ir de Madrid a Valencia, o a La Coruña, en el 124 en hora punta.

Bus Deluxe
Nosotros cogimos el que venia de la costa con los peces dentro.

Desde Arusha hay que alquilar un coche, que nos lleve hasta la sabana. Conseguimos uno cuyo conductor se llama Pier. (¿Alguien se acuerda de Pier Nodoyuna de los autos locos ?, pues igual…) La ruedas son auténticos slicks como los que llevan los formula 1, lisos, lisos. A las pocas horas de camino, lo esperado, pum… pinchazo (pancha, como dicen aquí) Nos bajamos todos en medio de la nada y el Pier no tiene la enorme llave necesaria para desaflojar la tuerca de la rueda de repuesto. Es tarde y no hay casi tráfico, toca esperar, pero al rato pasa un camión y le pedimos una llave, nos la deja y se va, (¡¡sin su llave !!!) estos son los códigos tanzanos que aun no comprendemos. Tras aflojar la rueda procede sacar el gato, pero, ¡ ah amigo…! el gato esta anclado con una llave que no es la misma que la de la tuerca de la rueda. Toca esperar otra vez. Pasa un 4x4 que nos deja la llave del gato y que también se va. Cambiamos la rueda… ya se ha hecho de noche.

La carretera es negra, negra y los faros no alumbran demasiado, no hay señalización, no es recomendable conducir por la noche en Tanzania, nos quedaremos a dormir en el próximo pueblo, pero mientras tanto vamos mirando todos el camino (cuantos más ojos mejor) pendientes todos de las curvas y contracurvas. En dos segundos escasos una mancha blanca enorme cruza la carretera iluminada por los faros 100 metros por delante. Ha sido una aparición espectral. Tan pronto como aparece por un lado se va por el otro en una zancada gigantesca. Es tan alucinante que creo que pensamos que lo hemos soñado. Otro par de segundos mas que parecen horas y alguien dice: ¿¿¿ PERO HABEIS VISTO ESO…?????

Una jirafa enorme, con sus 6 metros de altura estaba dándose un paseo por el lugar…



Todavía estábamos comentando la jugada cuando, mucho más cerca que antes, de repente, y esta vez parada en medio de nuestro carril otra jirafa gigante aparece iluminada por los faros. El corazón se nos aprieta en el pecho. Es como un fantasma enorme que nos mira desde lo mas profundo de la noche. Es tan alta como 3 camiones uno encima de otro, y no se mueve, esta paralizada, blanca e igual de asustada que nosotros, Pier frena de golpe y se cambia de carril, la esquivamos. Nos quedamos mudos, petrificados…

Dormimos en el camping de Mto Wa Mbo. La imagen del fantasma del monstruo blanco nos acompaña hasta que nos dormimos.


De Mto Wa Mbo salimos hacia la aldea de Engaruka, ya por la mañana y por pista polvorienta. Llegamos con tiempo de ver el mercado maasai y de que nuestro conductor encuentre un guía local con quien negociar.

Raices maasai: manta, bastón, machete... ¿playeras?
El guía aparece con su atuendo tradicional, mantas y bastón, pero con playeras, no habla nada de inglés, Pier nos traduce. Nos parece que va un poco de “sobrao” pero dice que es el único que sabe el camino al Kerimasi. No le creemos nada pero aceptamos. Saldremos de madrugada para subir de noche y bajar antes del calor de mediodía.

A las 3 de la mañana nos ponemos en marcha después de acercarnos un poco con el coche, no hace ni pizca de frío y vamos en manga corta. La luna ilumina tanto que se ven un montón de sombras, también se ve la silueta del volcán. Nos parece que el Kerimasi esta demasiado lejos y que Pier (guiado por nuestro maasai) nos ha dejado bastante mas atrás de lo que pensábamos. Calculamos que tardaremos una hora más de lo previsto.


Los ruidos de la noche en África son infinitos. A veces intentamos concentrarnos en el sonido de nuestros pasos en la tierra para no escucharlos. No hablamos casi nada. El terreno es completamente llano, el sendero fácil.

De nuevo súbitamente, casi chocamos con una boma maasai, hay una sombra vigilante en la puerta del recinto con una lanza. A pesar de la luna solo se adivinan las chozas del interior. El guía habla con la sombra.. seguimos caminando. Cruzamos por delante de bastantes bomas más, se escuchan gritos humanos que avisan, y que cruzan la sabana de punta a punta, se deben estar comunicando la presencia de extranjeros tan tarados que quieren subir un volcán para luego bajarlo, sin la intención de llevar sus vacas o sus cabras a pastar ni nada parecido, y encima de noche. A veces pienso que si fuera uno de ellos me mosquearía, y no me creería nada, pensaría que hay otra intención oculta, que los blancos les queremos invadir o algo semejante, y que por eso no les contamos la verdad, porque la verdad no va a ser beneficiosa para ellos.

No se ve nada
Los sonidos continúan, tengo curiosidad por hacer la típica pregunta del turista, “¿por aquí hay leones?” Pero me cago de miedo pensando en la posible respuesta y sigo caminando en medio de la noche. Los gritos nocturnos de los maasai son escalofriantes, y ahora la llegada a cada boma la adivinamos por los rebuznos y mugidos del ganado, que aunque protegido de las fieras en el interior de los recintos de pinchos que rodean las chozas, se ve alertado por los gritos de aquellos hombres. Nunca pensé que un rebuzno pudiera sonar de esa manera.


A la hora y media de marcha nos cruzamos con un barranco, nuestro guía duda un momento y tira para abajo para atravesarlo. Da la impresión de que ya no hay camino, de que andamos entre los claros de los arbustos y las acacias. A los 15 minutos otro barranco, de nuevo el guía se lanza a cruzarlo en perpendicular. Vuelve a dudar y enfoca con la linterna buscando una salida entre las zarzas. Atravesamos penosamente al otro lado. La luna empieza a esconderse tras las nubes y todos encendemos los frontales. Un barranco más. La ruta es un sube y baja constante. En la sabana todas las plantas tienen pinchos, las espinas de acacia pueden pinchar la rueda de un 4x4, pero para nosotros las peores son las mas pequeñas porque no se ven. La vegetación se hace mas tupida en el fondo de los barrancos, y los arañazos se multiplican, le sugerimos al guía subir por la arista de una de las coladas de lava y luego mas arriba en la base del cono del volcán, donde los barrancos son menos profundos cambiar de dirección. Nos entiende perfectamente porque cambia de estrategia pero a los 10 minutos se vuelve a encabezonar con dirigirse todo recto hacia la montaña, haya lo que haya por el medio. Hay veces que se para porque algún ruido extraño le sorprende. Algún que otro búho, o murciélago, o vete a saber que, remonta el vuelo con un aleteo súbito que nos hace estar en permanente alerta. Le preguntamos al guía que cuantas veces ha subido y nos dice que muchas. El nos pregunta la hora constantemente, y se para cada 10 minutos diciéndonos que es para que descansemos. Sospechamos que esta haciendo tiempo para que se haga de día.

Niebla en el volcán

Hace rato que amaneció, y seguimos igual, según el GPS hemos subido 300 metros y nos quedan 1400 mas. Llevamos 4 horas, y mil barrancos cruzados, y el guía dijo ayer que en total serian 4 o 5 horas hasta la cima. Cada barranco supone media hora de zarzas y arañazos. La cumbre del Kerimasi aparece ahora cubierta de niebla. Al preguntar cuanto falta nos dice que una hora…. Miramos para arriba y vemos monte hasta el infinito. Ahora además de pensar que este tío no tiene ni idea, pensamos que esta loco. La esperanza de que con el día el capullo encontrara el camino se desvaneció hace tiempo. Aunque localizáramos la ruta, y estuviera despejada, tardaríamos lo menos 4 horas a la cima. Avanzamos una buen rato más pero el guía cada vez esta más perdido. De repente nos damos cuenta de que no lleva machete, sino que corta las ramas con una navaja ridícula. El único masai, hombre o mujer, de mas de 8 años que no lleva machete. Tampoco se ha traído agua y encima nos pide de la nuestra que no nos va a dar para tantas horas. Entre la navaja y las playeras nos da la paranoia y ya pensamos que este tío no es ni maasai, ni nada, y que hasta seguro que tiene un chalet en Arusha comprado con el dinero de timar a la gente y que en el chalet tiene un guarda que si es maasai de verdad, y que además le explota. El calor empieza apretar y nos calienta la cabeza. Tenemos tantos arañazos en los brazos y la cara que ya no los contamos. Decidimos bajar. Nos dan ganas de volver por nuestra cuenta y dejar al guia allí.

El Oldonyo Lengai desde el camino al Kerimasi
Le comunicamos la decisión de dar la vuelta. Queremos volver pero lo haremos por la arista de una colada de lava, quiera o no quiera el guía. Nos desviamos por la primera que encontramos, la ruta esta despejada, hay huellas de ganado primero, un amago de sendero después, y finalmente un camino. Preguntamos a nuestro experto que porque no nos ha subido por allí. Nos responde que para no subir todo de golpe sino kidogo, kidogo (poco a poco) Y lo dice con el aire de “sobrao” que ya le adivinamos el primer día. Sentimos un poco de rabia. Seguimos por todo el borde hasta llegar a la zona de las bomas, y no nos pinchamos con ninguna zarza, no cruzamos ningún barranco, avanzamos deprisa… Llegamos al llano, cruzamos la sabana pensando, “y si hubiéramos seguido un poco mas?” y finalmente alcanzamos el pueblo.

A las pocas horas se nos pasó, pero en aquel momento lo que se te viene a la cabeza es: ¡Qué vergüenza, después de subir tantas montañas, llegamos a esta que no es nada del otro mundo y estamos ocho horas caminando para retirarnos en el piedemonte!



De todas las frase hechas que existen, una de las que más me gustan se la oi una vez a mi amigo Javi, quizás es la más descarada y la que menos justifica, pero por eso también me parece que es la más graciosa. No estoy seguro de que sea exactamente así, pero decía algo parecido a…

“Soldado que huye, vale para otra batalla”

Así que ya os contaré otra, y prometo que será un poco mas corta…


Oldonyo Lengai. La montaña sagrada de los maasai.