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07 diciembre 2011

Crónicas Tanzanas IV: Guía abreviada del circuito de footing de Same


Vista aerea de Same

¿A qué aficionado al atletismo no le gustaría correr unos kilómetros en el corazón de África, en escenarios parecidos a los que ven entrenarse cada día a mitos como Heile Gebresselasie, Kenenisa Bekele, o Maria Mutola? Como no ponerse a correr donde probablemente los campeones del futuro estén dando ahora mismo sus primeras zancadas para llegar a las medallas olímpicas?

Pues bien, ya que desde hace unos meses, unos 2 o 3 días por semana, y a falta del tradicional parque urbano, no nos ha quedado mas remedio que recorrernos haciendo footing los alrededores de Same para mantenernos en forma, he podido diseñar, como resultado de todos estos días de esfuerzo un circuito como los del Retiro o la Casa de Campo, pero al lado de casa, y que creo que cualquier amante de la carrera a pie debería conocer y disfrutar al menos una vez.


Peligros, horarios y advertencias climatológicas.:
La luz: Teniendo en cuenta que en esta época del año el sol te aplasta contra el suelo durante las horas centrales del día, y que a partir de las 7 y pico de la tarde ya no hay luz, y que las “calles” no tienen ninguna farola , y más de una visita de las que hemos tenido se ha caído por una zanja en plena noche pensando que se lo tragaba la tierra, el horario mas adecuado para la actividad deportiva se ve reducido a una franja horaria muy estrecha que coincide mas o menos con el atardecer.

Estación de Same
El viento; Same es la ciudad del viento, si no hay monzón hay alisio, y la única señal de trafico a lo largo de 100 km de carretera es “Peligro, viento fuerte” Durante 6 meses sopla uno y durante los 6 siguientes el otro, y se mete por todos los recovecos imaginables. Avanzar contra el polvo rojo que se levanta hace que vuelvas a casa tan marrón, que luego al ir a ducharte se te nota la marca de los calcetines aunque hayas llevado pantalón largo. Ambos vientos son extremadamente puntuales y empiezan a las 6 y media, por lo que la disponibilidad climatológica limita el horario más aun recomendándose tan solo la media hora que va de 6 a 6:30 de la tarde.

El circuito:
Km 0.0: Salida. Saludito al guarda de la casa.
Km 0.400: Campo de fútbol número 1. Rechazar las invitaciones a jugar un partido de los jóvenes locales, a pesar de los gritos de “eh Fabregas..!! come on Fabregas” Si se va a correr se va a correr, el fútbol otro día…
Km 0.500: Mezquita. No confundirse con los gritos del “bilal”, no se ha pillado los dedos con la puerta del minarete… A pesar de lo espantoso de los alaridos, es un canto de llamada a la oración. Si eres cristiano o ateo, sigue tu camino, si eres musulmán, entonces tu disponibilidad horaria  óptima para el deporte se reduce de 6 a 6:03 de la tarde. ¡Una lastima!

El Kili desde Mwanga
Km 0.800: Primeros gritos de “¡¡ mzungu, mzungu…!!” Mzungo en swahili significa hombre blanco, no es un término peyorativo y a los niños le encanta decirlo mientras saludan, y no paran de hacerlo hasta que les devuelves el saludo con la mano.
Km 1.000: Baobab grande a la derecha.

Km 1.200: Prisión de Same: Para un europeo el régimen penitenciario tanzano es bastante extraño, no existe ningún tipo de muro, alambre de espino ni nada por el estilo alrededor de la prisión. De hecho no hay nada. Te puedes meter dentro sin darte casi cuenta, (esto lo digo por experiencia) Hasta la puerta que se ve desde fuera parece abierta, y los presos entran y salen con naturalidad. Van siempre con un mono naranja y suelen estar cultivando las fincas junto al camino. Algunos ya te conocen y saludan de verte pasar cada día… Jelou..!!
Km 1.400: Más gritos de mzungu, mzungu… a ratos levantas tantas veces la mano para saludar que te rompe el ritmo. Algunos niños te acompañan un rato corriendo mientras se parten de risa.
Km 1.900: Si está despejado se empiezan a ver muy a lo lejos los glaciares que aun quedan del Kilimanjaro. Sencillamente no hay palabras…
Kilimanjaro Half-Marathon Febrero 2009 Photo by Cristina Vela
Km 2.000: Escuela secundaria “Joylands”. (Con este nombre los niños deben estar todo el día en el recreo)
Km 2.400: Fuente pública. Aquí siempre hay un gran gentío cogiendo agua con los cubos. Está lleno de bicis, carros, burros… Los gritos de mzungu, mzungu, son incontables. Los niños te saludan con un “good morning”, aunque se esté haciendo de noche. Un montón de ellos corren contigo. Si esprintas para dejarles atrás estás perdido porque siempre hay más nuevos que se van incorporando a medida que los otros se cansan. Todos se ríen muchísimo mientras corren y van saludando, te parece estar en una etapa del Tour de África con todo el público jaleando. Algunos corren descalzos, otros con chanclas, otros con un zapato si y otro no, otras con el cubo en la cabeza, todos y todas se ríen y chillan “mzunguuuuu”. Te sientes el flautista de Hameling, capaz de llevarte a todos los niños de Same.
Km 2.500: Se acaba Same. Enfrente la estepa maasai. Ya no hay niños…
Km 2.800: Rebaño. A esta hora muchos maasai llevan el ganado corriendo por el camino, de vuelta a sus poblados. Hay que tener cuidado por que te puedes creer corredor de San Fermín, a pesar de que la presencia de alguna cabra suelta entre las vacas estropee la estampa torera.
Km 3.000: El varano muerto. En este punto vi un día un varano (lagarto de 2 metros de largo y mas de 10 kilos) muerto en el camino, y aunque ya no esté, este punto se sigue llamando así.
Km 3.500: Entrada de nuevo en Same.
Km 3.800: Campo de fútbol 2. Volver a resistir la tentación de las invitaciones a jugar, pese a los gritos de “Torres, come on Torres” Con el cansancio acumulado seria además una humillación. No sabéis como juegan los tanzanos de Same!!!

Pastoreo en Ruvu (Same)
Km 3.900: Más “mzungu, mzunguuuu” La ristra de niños detrás aparece de nuevo, Algún adulto que va en bici cargando con una pila de cubos, o de leña de un metro de alto o más, se pica por seguir a la comitiva, con el peligro de volcar encima de algún niño. En este caso es mejor parar y dejar al ciclista que se vaya.
Km 4.000: Iglesia católica romana.
Km 4.300: Estación de ferrocarril de Same. ¡ Mucho ojo! ¡ Qué no está abandonada...! Si habéis visto la película, “El milagro de P. Tinto” es el mismo tren que pasa por aquí (una vez cada 20 años) Cuidado al cruzar las vías no sea que toque…
Km 4.900 Iglesia luterana. A esta hora, los sábados está ensayando en la puerta, el coro de Gospel que se prepara para la misa del domingo. Se te ponen los pelos de punta. Esto y la vista del Kilimanjaro te dejan absorto durante 5 minutos por lo menos.
Km 5.000 Iglesia pentecostista...
Km 5.250 Iglesia metodista...
El gran Baobab de Emuguri

Km 5.500 Iglesia evangelista...
Km 5.800 Iglesia adventista del séptimo día...
Km 6.000 Vuelta a casa. Fin del circuito.
Por último solo queda comentar que es necesario pensar durante el camino una explicación, para cuando el guarda de la casa a la vuelta te pregunte “¿por qué?, cuando tu le digas que has ido corriendo hasta las afueras del pueblo. Yo aun no he encontrado ninguna que le convenza.

¿El último? Por favor...

06 abril 2011

Cronicas Tanzanas III: El volcán Kerimasi


    El Kerimasi desde Sima ya Mungu

Hay casos en los que te das cuenta de la verdadera utilidad de una frase hecha, sobre todo cuando quieres tratar de justificar algo. La principal es que te ahorras un montón de explicaciones. Luego los demás ya se encargaran de juzgar, pero para el que las pronuncia, el alivio de creerse comprendido al menos por el autor de una de estas frases es un consuelo que no tiene precio.

Todo el mundo sabe que significa; “Una retirada a tiempo es una victoria”, “No he enviado mis naves a luchar contra los elementos”, “Unas veces se gana y otras se pierde” y muchas otras más. Son frases que al final se han convertido en sentencias y por lo tanto uno no espera ninguna apelación.




El volcán Kerimasi se encuentra en la zona del Lago Natron, al norte de Tanzania, en una zona desértica y sagrada para los maasai, que cuentan que los innumerables cráteres esparcidos por la llanura son las huellas de su dios, (que habita en la cercana cima humeante del Ol Donyo Lengai), y que producía enormes agujeros al caminar cuando solía dar algún paseo por los alrededores.

Sombra de acacia muy concurrida
En Europa, cuando uno se plantea subir un monte, no hay más que coger el coche, un par de bocatas, y llegar hasta donde termina la carretera, que suele ser a media ladera (si no hay telecabina que suba más alto) y empezar a subir la pendiente. En Tanzania la aproximación empieza en la puerta de tu casa.

Para subir el Kerimasi desde Same primero hay que intentar subirse al autobús que va a Arusha, que nunca se sabe muy bien a que hora pasará, ni si te podrás montar. Si coges el que viene de la costa hay que fijarse si lleva un montón de peces grandes atados con una cuerda y colgados del limpiaparabrisas, balanceándose delante del radiador. Si los peces no están allí, es porque los llevan dentro, y entonces el olor te va a hacer el viaje un pelin incomodo. A veces el olor existe pero no te das cuenta porque tu principal preocupación es buscar un asiento libre avanzando por un pasillo de 30 cm de ancho, lleno de gente, de cocos, cajas de refrescos, maletas, gallinas, niños, etc. igual de apiñados que cuando los miles de ñues de los documentales de La 2, cruzan el río en busca de pastos por el Serengeti.

Los autobuses tanzanos son como los de la EMT, pero hacen trayectos entre ciudades lejanas. Para que os hagáis una idea es como ir de Madrid a Valencia, o a La Coruña, en el 124 en hora punta.

Bus Deluxe
Nosotros cogimos el que venia de la costa con los peces dentro.

Desde Arusha hay que alquilar un coche, que nos lleve hasta la sabana. Conseguimos uno cuyo conductor se llama Pier. (¿Alguien se acuerda de Pier Nodoyuna de los autos locos ?, pues igual…) La ruedas son auténticos slicks como los que llevan los formula 1, lisos, lisos. A las pocas horas de camino, lo esperado, pum… pinchazo (pancha, como dicen aquí) Nos bajamos todos en medio de la nada y el Pier no tiene la enorme llave necesaria para desaflojar la tuerca de la rueda de repuesto. Es tarde y no hay casi tráfico, toca esperar, pero al rato pasa un camión y le pedimos una llave, nos la deja y se va, (¡¡sin su llave !!!) estos son los códigos tanzanos que aun no comprendemos. Tras aflojar la rueda procede sacar el gato, pero, ¡ ah amigo…! el gato esta anclado con una llave que no es la misma que la de la tuerca de la rueda. Toca esperar otra vez. Pasa un 4x4 que nos deja la llave del gato y que también se va. Cambiamos la rueda… ya se ha hecho de noche.

La carretera es negra, negra y los faros no alumbran demasiado, no hay señalización, no es recomendable conducir por la noche en Tanzania, nos quedaremos a dormir en el próximo pueblo, pero mientras tanto vamos mirando todos el camino (cuantos más ojos mejor) pendientes todos de las curvas y contracurvas. En dos segundos escasos una mancha blanca enorme cruza la carretera iluminada por los faros 100 metros por delante. Ha sido una aparición espectral. Tan pronto como aparece por un lado se va por el otro en una zancada gigantesca. Es tan alucinante que creo que pensamos que lo hemos soñado. Otro par de segundos mas que parecen horas y alguien dice: ¿¿¿ PERO HABEIS VISTO ESO…?????

Una jirafa enorme, con sus 6 metros de altura estaba dándose un paseo por el lugar…



Todavía estábamos comentando la jugada cuando, mucho más cerca que antes, de repente, y esta vez parada en medio de nuestro carril otra jirafa gigante aparece iluminada por los faros. El corazón se nos aprieta en el pecho. Es como un fantasma enorme que nos mira desde lo mas profundo de la noche. Es tan alta como 3 camiones uno encima de otro, y no se mueve, esta paralizada, blanca e igual de asustada que nosotros, Pier frena de golpe y se cambia de carril, la esquivamos. Nos quedamos mudos, petrificados…

Dormimos en el camping de Mto Wa Mbo. La imagen del fantasma del monstruo blanco nos acompaña hasta que nos dormimos.


De Mto Wa Mbo salimos hacia la aldea de Engaruka, ya por la mañana y por pista polvorienta. Llegamos con tiempo de ver el mercado maasai y de que nuestro conductor encuentre un guía local con quien negociar.

Raices maasai: manta, bastón, machete... ¿playeras?
El guía aparece con su atuendo tradicional, mantas y bastón, pero con playeras, no habla nada de inglés, Pier nos traduce. Nos parece que va un poco de “sobrao” pero dice que es el único que sabe el camino al Kerimasi. No le creemos nada pero aceptamos. Saldremos de madrugada para subir de noche y bajar antes del calor de mediodía.

A las 3 de la mañana nos ponemos en marcha después de acercarnos un poco con el coche, no hace ni pizca de frío y vamos en manga corta. La luna ilumina tanto que se ven un montón de sombras, también se ve la silueta del volcán. Nos parece que el Kerimasi esta demasiado lejos y que Pier (guiado por nuestro maasai) nos ha dejado bastante mas atrás de lo que pensábamos. Calculamos que tardaremos una hora más de lo previsto.


Los ruidos de la noche en África son infinitos. A veces intentamos concentrarnos en el sonido de nuestros pasos en la tierra para no escucharlos. No hablamos casi nada. El terreno es completamente llano, el sendero fácil.

De nuevo súbitamente, casi chocamos con una boma maasai, hay una sombra vigilante en la puerta del recinto con una lanza. A pesar de la luna solo se adivinan las chozas del interior. El guía habla con la sombra.. seguimos caminando. Cruzamos por delante de bastantes bomas más, se escuchan gritos humanos que avisan, y que cruzan la sabana de punta a punta, se deben estar comunicando la presencia de extranjeros tan tarados que quieren subir un volcán para luego bajarlo, sin la intención de llevar sus vacas o sus cabras a pastar ni nada parecido, y encima de noche. A veces pienso que si fuera uno de ellos me mosquearía, y no me creería nada, pensaría que hay otra intención oculta, que los blancos les queremos invadir o algo semejante, y que por eso no les contamos la verdad, porque la verdad no va a ser beneficiosa para ellos.

No se ve nada
Los sonidos continúan, tengo curiosidad por hacer la típica pregunta del turista, “¿por aquí hay leones?” Pero me cago de miedo pensando en la posible respuesta y sigo caminando en medio de la noche. Los gritos nocturnos de los maasai son escalofriantes, y ahora la llegada a cada boma la adivinamos por los rebuznos y mugidos del ganado, que aunque protegido de las fieras en el interior de los recintos de pinchos que rodean las chozas, se ve alertado por los gritos de aquellos hombres. Nunca pensé que un rebuzno pudiera sonar de esa manera.


A la hora y media de marcha nos cruzamos con un barranco, nuestro guía duda un momento y tira para abajo para atravesarlo. Da la impresión de que ya no hay camino, de que andamos entre los claros de los arbustos y las acacias. A los 15 minutos otro barranco, de nuevo el guía se lanza a cruzarlo en perpendicular. Vuelve a dudar y enfoca con la linterna buscando una salida entre las zarzas. Atravesamos penosamente al otro lado. La luna empieza a esconderse tras las nubes y todos encendemos los frontales. Un barranco más. La ruta es un sube y baja constante. En la sabana todas las plantas tienen pinchos, las espinas de acacia pueden pinchar la rueda de un 4x4, pero para nosotros las peores son las mas pequeñas porque no se ven. La vegetación se hace mas tupida en el fondo de los barrancos, y los arañazos se multiplican, le sugerimos al guía subir por la arista de una de las coladas de lava y luego mas arriba en la base del cono del volcán, donde los barrancos son menos profundos cambiar de dirección. Nos entiende perfectamente porque cambia de estrategia pero a los 10 minutos se vuelve a encabezonar con dirigirse todo recto hacia la montaña, haya lo que haya por el medio. Hay veces que se para porque algún ruido extraño le sorprende. Algún que otro búho, o murciélago, o vete a saber que, remonta el vuelo con un aleteo súbito que nos hace estar en permanente alerta. Le preguntamos al guía que cuantas veces ha subido y nos dice que muchas. El nos pregunta la hora constantemente, y se para cada 10 minutos diciéndonos que es para que descansemos. Sospechamos que esta haciendo tiempo para que se haga de día.

Niebla en el volcán

Hace rato que amaneció, y seguimos igual, según el GPS hemos subido 300 metros y nos quedan 1400 mas. Llevamos 4 horas, y mil barrancos cruzados, y el guía dijo ayer que en total serian 4 o 5 horas hasta la cima. Cada barranco supone media hora de zarzas y arañazos. La cumbre del Kerimasi aparece ahora cubierta de niebla. Al preguntar cuanto falta nos dice que una hora…. Miramos para arriba y vemos monte hasta el infinito. Ahora además de pensar que este tío no tiene ni idea, pensamos que esta loco. La esperanza de que con el día el capullo encontrara el camino se desvaneció hace tiempo. Aunque localizáramos la ruta, y estuviera despejada, tardaríamos lo menos 4 horas a la cima. Avanzamos una buen rato más pero el guía cada vez esta más perdido. De repente nos damos cuenta de que no lleva machete, sino que corta las ramas con una navaja ridícula. El único masai, hombre o mujer, de mas de 8 años que no lleva machete. Tampoco se ha traído agua y encima nos pide de la nuestra que no nos va a dar para tantas horas. Entre la navaja y las playeras nos da la paranoia y ya pensamos que este tío no es ni maasai, ni nada, y que hasta seguro que tiene un chalet en Arusha comprado con el dinero de timar a la gente y que en el chalet tiene un guarda que si es maasai de verdad, y que además le explota. El calor empieza apretar y nos calienta la cabeza. Tenemos tantos arañazos en los brazos y la cara que ya no los contamos. Decidimos bajar. Nos dan ganas de volver por nuestra cuenta y dejar al guia allí.

El Oldonyo Lengai desde el camino al Kerimasi
Le comunicamos la decisión de dar la vuelta. Queremos volver pero lo haremos por la arista de una colada de lava, quiera o no quiera el guía. Nos desviamos por la primera que encontramos, la ruta esta despejada, hay huellas de ganado primero, un amago de sendero después, y finalmente un camino. Preguntamos a nuestro experto que porque no nos ha subido por allí. Nos responde que para no subir todo de golpe sino kidogo, kidogo (poco a poco) Y lo dice con el aire de “sobrao” que ya le adivinamos el primer día. Sentimos un poco de rabia. Seguimos por todo el borde hasta llegar a la zona de las bomas, y no nos pinchamos con ninguna zarza, no cruzamos ningún barranco, avanzamos deprisa… Llegamos al llano, cruzamos la sabana pensando, “y si hubiéramos seguido un poco mas?” y finalmente alcanzamos el pueblo.

A las pocas horas se nos pasó, pero en aquel momento lo que se te viene a la cabeza es: ¡Qué vergüenza, después de subir tantas montañas, llegamos a esta que no es nada del otro mundo y estamos ocho horas caminando para retirarnos en el piedemonte!



De todas las frase hechas que existen, una de las que más me gustan se la oi una vez a mi amigo Javi, quizás es la más descarada y la que menos justifica, pero por eso también me parece que es la más graciosa. No estoy seguro de que sea exactamente así, pero decía algo parecido a…

“Soldado que huye, vale para otra batalla”

Así que ya os contaré otra, y prometo que será un poco mas corta…


Oldonyo Lengai. La montaña sagrada de los maasai.

16 febrero 2011

Cataratas Thornton



Thornton fue un prestigioso botánico inglés que vivió en el siglo XVIII y que murió en la indigencia debido al escaso interés que sus trabajos suscitaron en la sociedad de su tiempo, a pesar de que la calidad de sus investigaciones está hoy en día fuera de toda duda.

Las Thornton Falls, o cataratas de Thornton, hacen honor a la historia de su topónimo, y aunque estemos hablando de un fantástico salto de agua de más de 100 metros de altura, su ubicación y su fama permanecen aún ocultas a los ojos de las agencias de safaris, al Google , y al resto del mundo si me apuráis.

Pequeño vado o bado kidogo, je, je.
Efectivamente la colosal cascada se encuentra en la cara este de los Montes Pare, y a pesar de su relativa cercanía a numerosos núcleos habitados, su asentamiento la hace invisible desde las posibles aproximaciones más sencillas hasta su base. Este hueco recóndito en el que está situada parece también haberla ocultado a las abundantes fuentes de datos e información, que la actual tecnología pone a nuestro servicio.



Para llegar hasta allí tendréis que alcanzar primero la población de Gonja - Maore, a unos 50 kilómetros en total de Same y 20 km más allá de Kisiwani. La carretera está sin asfaltar pero en bastante buen estado, y transcurre rozando el borde del recientemente creado Parque Nacional de Mkomazi. Servicio de autobuses disponible desde las principales estaciones de autobuses (Same y Moshi).

Una vez allí las instrucciones no pueden ser más simples. Preguntad por alguien que os quiera guiar hasta el "porromoco ya maji", que es como se dice cascada en swahili. Intentad no reiros al pronunciar para que os tomen más en serio. Negociad un precio, sed generosos por favor, y tirad palante.

No recomiendo subir por cuenta propia porque incluso a los locales les cuesta encontrar la ruta. Desde la mitad del recorrido en adelante no existe camino alguno, y hay que transitar por un bosque tropical por donde más o menos se pueda. La pendiente es bastante pronunciada en el tramo final aunque el esfuerzo es recompensado con creces al llegar a la base de la catarata


Bosque tropical
 Si queréis una descripción de la ruta, os puedo decir que al principio desde Gonja hay que continuar por la carretera que viene de Same unos 700 metros. A la derecha se ven entonces algunas modestas construcciones que terminan al empezar el bosque. En ese punto hay que abandonar la carretera ( y el coche, si hemos venido motorizados hasta aquí ) y tomar un camino que sale a la derecha. El camino sube suavemente en dirección suroeste por la ladera atravesando una zona de grandes árboles de troncos amarillos y de una gran belleza. Al poco tiempo el camino se encuentra con el río que desciende desde la cascada. Según sea o no temporada de lluvias es posible que haya que descalzarse y meterse en el agua para pasar por la orilla junto a una tubería. No hay que cruzar, sino seguir por la misma orilla remontando ya continuamente el curso del río a veces muy cerca del agua, otras veces un poco más lejos.

El camino ahora no es tan evidente y se presenta a partir de aquí en forma de trazas. Algunas cascadas menores nos avanzan la bravura de este río. Merece la pena acercarse a ellas, y volver de nuevo a la ruta.

El tramo final es bastante penoso, y muy empinado, se trata de remontar paralelos al río cruzando la espesura. Es recomendable llevar botas altas, y manga larga. Cuidado al agarrarse a la vegetación para trepar, la microfauna que habita en ella es posible que se oculte en el envés de las hojas. Golpear las ramas con un palo antes de pasar bajo ellas es un truco para ahuyentar a las serpientes. Una cantimplora con agua potable será imprescindible debido al elevado calor y alta humedad que nos harán sudar abundantemente.

Salto final de las Thornton falls.
 Un poco antes de llegar el estruendo del agua será el anticipo de lo espectacular del salto. La altura y el caudal de la catarata son impresionantes. El agua pulverizada inunda el ambiente y nos refrescará los cuerpos. Habrá que girar bastante el cuello para observar el inicio de la caída. Es necesario gritar un poco para oír los comentarios. El esfuerzo y las penurias han merecido la pena.



La subida a la base de la cascada se puede realizar en un par de horas desde Gonja - Maore, contando los tiempos de descanso. Para le descenso calculad una hora y media.

Por último no olvidéis echar un vistazo durante la bajada a la llanura y al lago de Kalemawe, cuando algún claro entre los árboles os lo permita. Parecen estar muy, muy abajo. No olvidéis tampoco brindar por los tesoros ocultos y por el pobre señor Thornton, con vuestras cervecitas calientes cuando descanséis en el bar del pueblo.

22 diciembre 2010

Ruvu


Ruvu es aspero, Ruvu es polvoriento, Ruvu es el centro de ninguna parte y el borde de la nada. Ruvu se te queda dentro y ya no quiere salir. Ruvu es árido, es duro, es sol y radiación brutal.

En Ruvu viven serpientes, hienas, y cuervos carroñeros,. En Ruvu no hay ningún arbusto que no dé una sombra famélica y que no tenga espinas, algunas capaces de pinchar las ruedas de un coche.

Ruvu es territorio masaai, de mirada desafiante, de cabeza altiva, de machete en la cintura, de corazón guerrero y leyes autóctonas, de abalorios infinitos, de respeto a los abuelos, de ritos, de movil Nokia y rolex de imitación, de burros y vacas y vacas y más vacas.

Ruvu es miseria y libertad, es tormenta de arena y árbol seco por el rayo.

Ruvu son niños de futuro incierto, es viento que dobla espaldas y enferma los ojos, es sal, y es estepa, es amplitud aplastada por el propio cielo.

Ruvu es un cocodrilo de piedra en la orilla del río Pangani, es una vieja que vende ungüentos en un chamizo de bambú. Ruvu son aldeas de barro desparramadas por la sabana, como las letras de su historia, escrita en un pergamino antiguo que sientes que nunca podrás leer porque se deshace al cogerlo con las manos.

Ruvu es una mamba negra y es un cachorrito tierno de león. Ruvu es auténtico, es noble, es la esencia pura de estas tierras, es lo que más recuerdas cuando estás lejos de allí.


Ruvu es la sencillez que nunca podrás comprender.

Boma masaai en Ruvu

01 septiembre 2010

Crónicas Tanzanas VI: Maziwe o la isla de Simbad.



Tierra a la vista.

Recuerdo que cuando era niño cayó en mis manos un libro de relatos infantiles del que solo tengo un vago, vaguísimo recuerdo. En aquel ejemplar aparecía una ilustración que a pesar de las décadas transcurridas, aún conservo perfectamente en la memoria. Este dibujo consistía en una caricatura de un hombre con aspecto juvenil y rostro de pánico, de pie sobre una pequeña superficie lisa, que flotaba en el mar.


El cuento era "Simbad el marino" y aquella cara de terror se debía al descubrimiento, que según cuenta el famoso libro de las mil y una noches, hizo su protagonista, al darse cuenta de que la superficie sobre la que permanecía no era una isla como él pensaba, sino el lomo de una ballena.

¿Será un espejismo?



¿Quién iba a pensar que aquella fantástica historia podría ocurrir (o casi) en la realidad?

La isla de Maziwe, frente a las costas de Pangani, es lo más parecido a la ballena de Simbad, o visto de otra manera menos romántica, la isla desierta por antonomasia.

Efectivamente, dos veces por día, cuando la marea desciende, una superficie blanca aparece en el horizonte, y una isla mágica y reluciente emerge en medio del océano. Como en el lomo de la ballena, en este trocito de tierra no hay nada, solo arena blanca, blanquísima, numerosas conchas y algunos restos de coral. El sol inunda todo y la claridad es cegadora, el baño en sus aguas turquesas es espectacular, y a pesar del calor, la sensación de estar en una maravilla de la naturaleza refresca la sensación de aislamiento y soledad de esta extraña y desierta lengua de arena.

Pangani city.
Para llegar hasta aquí nos embarcamos en el pequeño puerto de Pangani, la auténtica capital del coco. La ciudad conoció tiempos más boyantes cuando el comercio de esclavos era la actividad más rentable para los sultanes de Zanzibar. El río Pangani, del que la ciudad toma el nombre, (¿o será al revés?) desemboca en este lugar formando un estuario y un puerto natural, que servía de cabeza de puente para los barcos que navegaban entre el continente y las islas del Índico, donde la mercancía humana se subastaba en los mercados, para posteriormente ser revendida en ciudades árabes, asiáticas, europeas o americanas.

 En el muelle nos espera nuestro capitán, un auténtico lobo de mar, un chavalín de no más de 17 años, que nos llevará en su chalupa de madera cubierta por un toldo naranja, hasta nuestra famosa isla. Además del capitán hay otro tripulante que nos ayuda a subir a bordo por una tabla más estrecha que un palmo, mojada y escurridiza, mientras reparte sonrisas a diestro y siniestro a todos los que vamos embarcando.


Nada más sentarnos en el interior nos damos cuenta de que el barco es una auténtica patera, el fondo de madera está lleno de agujeros por los que el agua ha entrado formando un gran charco de agua negra en el que no nos atrevemos a meter los pies.

Puerto de Pangani.
Una vez acomodados zarpamos dejando atrás las enormes montoneras de cocos que se acumulan en los alrededores de los muelles, y nos vamos acercando a la desembocadura aprovechando la corriente del río, que nos lleva en un suave periplo hasta el mar abierto.

El trayecto hasta la isla dura una hora y media aproximadamente, pero a los diez minutos nuestro sonriente tripulante empieza a achicar agua del fondo con un cubo, por aquello de que no se note demasiado que el charco interior empieza a cubrir, no sea que nos fuéramos a preocupar un poco.

El día es magnífico pero la isla sigue sin verse. La proa apunta hacia el Este, y todos confiamos en el GPS interior que nuestro capitán sin duda ha de tener. Es una cuestión de fe. ¿Y si se han equivocado con el horario de la marea, y nuestra isla permanece aún hundida? No puede ser. Reconozco que algunas veces miro hacia los lados por si nos hemos "torcido" en el rumbo y nos estamos pasando de largo la isla. Supongo que serán las tonterías que piensa alguien que vive habitualmente a más de trescientos kilómetros de la costa más cercana.

El almirante.
Todas las dudas se esfuman cuando una línea blanca, borrosa y difuminada parece emerger muy lejos en el horizonte. Perfectamente podría ser un espejismo pero muy poco a poco la imagen se va clarificando. El asombro en la patera es general, y mientras nuestro amigo risueño continúa sacando cubos y cubos de agua, el resto del grupo nos frotamos los ojos para distinguir mejor aquella extraordinaria rareza.


Un rato después, nuestro capitán fondea junto a un arrecife muy cerca de "la costa", mientras nos ponemos gafas y aletas para echar un vistazo al fondo de las azules aguas de Maziwe. Los corales son de todas las formas posibles y los peces son multicolores, pero la corriente es fuerte y el susto mayúsculo cuando, al sacar la cabeza, un cagao en temas subacuáticos como el que esto escribe, se da cuenta de que el barco que hasta hacía un minuto se encontraba tan próximo, está ahora a más de cien metros de distancia. Como el miedo es libre y cada uno elige su camino me dirijo a tierra firme mientras el resto del grupo se deleita visitando los mundos de Nemo.

Al vuelo.

La blancura de la isla es tan intensa que apenas se pueden abrir los ojos. Algunos cangrejos se mueven por la orilla y tan solo las bandadas de pájaros rompen la monotonía. No hay absolutamente nada más que arena y conchas. Recojo también algunos trozos de coral rojo. De extremo a extremo no hay más de trescientos metros y el punto más alto sobresale a la altura de un primer piso. Desde allí puede verse que la forma de la isla se asemeja ligeramente a la de una media luna.

Nos damos un chapuzón todos juntos pero la marea empieza a subir y amenaza tormenta, es hora de abandonar aquel lugar. Volvemos todos a nuestro yate y mientras nos alejamos podemos ver como la isla empieza de nuevo a hundirse.

Un rato más tarde una gran sorpresa nos aguarda, una manada de delfines decide acompañarnos un tramo del camino de vuelta. Algunos de ellos hasta saltan fuera del agua haciendo piruetas, otros se acercan unas veces y se alejan otras, mientras el resto se sumerge para al momento volver a aparecer. Ya no se ve la isla. ¡Qué casualidad! Por un momento vuelvo a mi cuento de la infancia, y en medio del Océano Índico mezclo ballenas con delfines, sultanes con capitanes, pateras con galeones, a la vez que pienso que con toda seguridad, los cuentos y leyendas siempre tienen una base verdadera, y aquel lugar del que regresamos no podía ser otra cosa que la famosa isla de Simbad, y que habíamos estado sobre el lomo de uno de aquellos cetáceos que ahora nos saludaban con sus brincos, y que sin duda eran primos lejanos de aquella ballena de las mil y una noches.
Amenaza tormenta.
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21 enero 2010

Crónicas Tanzanas V: Babati. (1ª Parte). El dinero no lo compra todo.


El lago Manyara es visible camino de Babati

Decía Milan Kundera que el vértigo no es el miedo a la caída, ya que también en lo más alto de un mirador provisto de barandilla, podemos sentirlo. El vértigo significa que la profundidad nos atrae, nos seduce, y nos despierta el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados.


Esta hubiera podido ser una crónica montañera, como su principio presagia, y como nuestras intenciones en aquel momento proponían, pero también en Tanzania el hombre propone, y los dioses (en este caso Morfeo) disponen.

El caso es que aquel día el despertar en Arusha fue muy duro (y sobre todo muy lento), y el primer autobús a Babati hacía ya rato que había salido, cuando los 4 llegamos a media mañana a la estación, con las mochilas cargadas con la ilusión de escalar otro volcán en Africa.

Hakuna matata! No problem! El optimismo local, tras meses de estancia en el país, nos había calado hondo, y pensamos que si el segundo autobús hace un viaje rápido, aun estamos a tiempo de hacer el trasbordo hacia Katesh, y al día siguiente comenzar la ascensión al Monte Hanang.

Tras 2 horas de viaje recorremos la asombrosa distancia de 80 km. Los autobuses a Babati son de la empresa "Mtei" y tienen unas ruedas enormes, ya que la mayoría del trayecto es por pistas de tierra. En descenso el vehículo alcanza los 90 o 100 km/h en punto muerto y bajando por gravedad, siempre tratando de coger inercia para que en la siguiente subida los pasajeros no tengan que bajarse a empujar.

Autobús saltarín
Cada cuesta arriba es una desesperación, el bus pasa de cuarta a tercera, luego a segunda, hasta que a 15 km/h al chofer no le queda más remedio que meter primera para poder terminar la pendiente.
La medida entre ejes es corta para la longitud del autobús, esto provoca que desde la rueda trasera hasta el final la distancia sea muy grande, y cuando se pisa un bache los ocupantes de las últimas filas salgan despedidos de sus asientos hacia el techo dando un bote enorme a pesar de sus esfuerzos por agarrarse.
Las primeras veces todo el mundo se troncha de risa con la gracia. Los de alante y los del medio miran para atrás cuando notan que la primera rueda pasa el boquete, anticipandose al salto que se avecina cuando pase la segunda rueda. El descojone de todos es general pero tras 4 horas de viaje os podeis imaginar las ganas de chiste que les quedaban a los pobres saltarines del fondo del autobús.

El calor aprieta y el polvo entra por todas partes. Vamos cruzando infinidad de aldeas de barro. La gente ocupa la carretera, unos caminan, otros van en burro, los niños salen del cole. En cada pueblo grande el autobús hace una parada y los vendedores ambulantes ofrecen su mercancía desde la calle. En medio del alboroto, levantan sus manos llenas de objetos hasta las ventanas. Tienen de todo: galletas, fruta, agua, cocacola, tarjetas de recarga de móvil, pilas, ¡un peine! una camiseta del barça, crema de manos, cepillos de dientes.
Mzikaki (brochetas) y Chipsi maiae
Delante de mí una señora pide por la ventanilla un chipsi maiae (tortilla de patatas fritas) a un vendedor de agua. El chico se apresura y sale corriendo hasta un puesto de comida callejera de la plaza, mientras los pasajeros van subiendo y bajando apretujados por el pasillo. El cocinero de la calle toma nota y comienza entonces batiendo los huevos. Casi todos los ocupantes del autobús están ya sentados y listos, cuando los huevos empiezan a chisporrotear en la sartén. La bocina pita indicando la inminente salida y arrancamos muy despacio entre la gente, el chico del agua recoge la tortilla caliente en una servilleta de papel y empieza a correr. La entrega del chipsi se produce ya en marcha saliendo de la estación y la devolución de las vueltas termina con el pobre vendedor totalmente asfixiado, y llegando ya a la carretera general.

En Tanzania algunas veces sube un promotor de cualquier cosa en cualquier pueblo, se sitúa en el pasillo y a modo de teletienda, en vivo y en directo, ofrece las ventajas de su catálogo de productos a la viajera concurrencia, que compra en masa hipnotizada todo lo que el promotor les oferta.

A pesar de lo ameno del viaje, estamos preocupados por el trasbordo. Está claro que ya no podremos viajar en autobús hasta Katesh, pero no dudamos que en cuanto bajemos en Babati, decenas de taxistas acudirán a nosotros, negociaremos, y aunque por un poco más de pasta de lo presupuestado, llegaremos casi de noche a nuestro destino.

Después de tanta subida a 15 por hora el paisaje cambia debido a la altitud, ya estamos llegando. El aire es fresco, está nublado y todo es verde alrededor. Babati está en una meseta donde la tierra es oscura y húmeda. El autobús entra en la población y se detiene en un descampado enorme que hace las veces de plaza del pueblo. Fin de trayecto. Desde la ventana ya podemos ver una veintena de taxis en el exterior. ¡Uf! ¡Menos mal! Hay donde elegir. La competencia hará incluso que podamos continuar por un precio no excesivo.
Estos si son problemas de transporte

Bajamos y nadie acude hasta nosotros. No nos atosigan ni acosan con preguntas... ¡Eh! ¡Qué estamos aquí...! ¡Somos turistas...! Nada...

Finalmente somos nosotros los que nos acercamos a los taxistas, que despreocupados, están de charleta y risas entre ellos, pasando de nuestra soberbia y sin hacernos ningún caso.

Habari! Queremos ir a Katesh. ¿Alguien puede llevarnos? Hay que decir que de Babati a Katesh hay 70 km, y llevar a 4 personas supondría una tarifa después de negociar de unos 60 o 70 dólares. Una pequeña fortuna para unas horas de trabajo.
Nadie se inmuta, estamos perplejos, tenemos que insistir varias veces, pero los taxistas parecen preferir su conversación y ni siquiera nos miran. Al cabo de un rato alguien se ofrece por ciento y pico dólares, pero saliendo al día siguiente porque hoy es ya muy tarde. Nos parece muy caro y además queremos llegar hoy, de otro modo no podríamos subir el Monte hasta pasado mañana, y nuestras vacaciones son sólo de 3 días. Otro chofer con bastante desgana baja un poco la oferta, pero siempre por encima de 100 dólares. Otro que va como una cuba dice que nos lleva por 50, este además si que es pesado y no se despega ni 20 cm de nuestras caras, además ni siquiera vemos que tenga coche... Empezamos a pensar en que nos tendremos que quedar en Babati. Cambiamos nuestra pregunta. ¿Alguien conoce un hostal por aquí cerca?